“Yo solo quiero que mi hijo sea feliz”.
- Heidi Elen Mesa Monsalve

- 19 ago
- 3 Min. de lectura

✨ “Yo solo quiero que mi hijo sea feliz”.
Es una frase que escucho con frecuencia en mi trabajo con padres, madres y acudientes, y que, a pesar de haberla oído tantas veces, nunca deja de impactarme. Cada vez que la escucho, me detengo a pensar en la profundidad de esas palabras.
🤔 ¿Qué significa exactamente ese deseo? ¿Acaso se refieren a que sus hijos vivan en un estado permanente de euforia, sonriendo como un personaje de ficción? ¿O imaginan que podrían ser la excepción en este mundo y nunca tener que enfrentar las dificultades inherentes a la condición humana?
🌱 Es en ese punto cuando pienso en lo maravilloso que sería que en el colegio existieran materias tan esenciales como aprender a elegir pareja, manejar con inteligencia las finanzas y, quizá la más importante de todas, guías para aprender a ser padres y madres.
Porque de algo sí estoy segura: nuestro deber no es fabricar hijos “felices” al estilo del positivismo tóxico de “todo lo puedes, todo lo mereces, eres el mejor”. Nuestro verdadero deber es enseñar a ser humanos 🌍, a relacionarse de manera adecuada con otros, a vivir una vida plena que casi siempre incluye servir a los demás y a enfrentar la existencia con habilidades esenciales como la resolución de conflictos ⚖️, el pensamiento crítico 💡, la compasión empática 💞, la responsabilidad ética 🤝 y la bondad 🌸.
💭 ¿Qué pasaría si empezáramos por lo más básico, si antes de preocuparnos porque aprendan a leer rápido para que nos admiren o de empezar a comprarles todo cuanto dispositivo nuevo sale, les enseñáramos a nuestros hijos a reconocer sus emociones y aprender a navegar en ellas con autenticidad, sin reprimirlas ni usarlas para dañar a otros?
¿Y si, además, les mostramos cómo cuestionar lo que escuchan con respeto, valorar la diversidad de puntos de vista 🌈 e investigar por sí mismos para construir sus propias ideas sobre lo que significa el éxito, el amor, la belleza, la familia y esa tan anhelada felicidad? Y más aún, ¿qué pasaría si les enseñáramos la compasión? 💕 Es decir, a aceptar la condición humana —la propia y la ajena—, a ser empáticos frente a la adversidad de otros y, al mismo tiempo, a usar técnicas de resolución de conflictos que los preparen para enfrentar los retos inevitables de la vida.
🌎 De seguro habitaríamos espacios menos violentos y más amorosos si todo lo anterior lo acompañáramos de una gran dosis de buenos modales, amabilidad y el complemento esencial: la bondad ✨. Con ello contribuiríamos a un mundo con más personas valientes pero sensibles, exitosas pero austeras, resilientes y empoderadas porque como afirma Martha Nussbaum (2011), “la educación debe cultivar en las personas la capacidad de imaginar con compasión la situación del otro y de actuar con sentido de justicia frente a la vulnerabilidad humana”. Esa combinación entre sensibilidad y fortaleza es, quizás, uno de los caminos más sólidos hacia una vida verdaderamente plena. 🌟
🚪 La invitación es, entonces, a reevaluar los valores que realmente queremos cultivar en nuestros hijos. No olvidemos que ellos son el presente y el futuro, y que de su manera de vivir y relacionarse depende también la continuidad de nuestra especie y la supervivencia de la humanidad.
La próxima vez que escuches —o te escuches a ti misma— decir “yo solo quiero que mi hijo sea feliz”, detente un instante y pregúntate: ¿qué significa para mí esa frase?, ¿a dónde nos conduce esta cultura de la eterna felicidad? Tal vez el reto no sea criar hijos “felices” en apariencia, sino personas plenas, capaces de enfrentar la vida con humanidad, ética y compasión 💫.



Información súper valiosa. Gracias!
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